Monday, March 20, 2006

Arrobas, Tubos y Cañas a favor de los Patriotas


Arrobas, Tubos y Cañas a favor de los Patriotas
Gracias a Una visita decisiva y oportuna
Caso Histórico

El segundo Obispo de Mérida, Dr. Manuel Cándido de Torrijos, en 1794 tuvo un pontificado corto pero se hizo célebre por los abundantes y valiosos regalos que hizo a la Catedral y al Seminario. Se dice que su equipaje constaba de cuatrocientos bultos, y que en ellas venían treinta mil libros para la Biblioteca del Seminario. Además de los instrumentos necesarios para montar en dicho Instituto el Gabinete de Física, entre ellos la primera máquina eléctrica en Venezuela. También trajo el cuerpo de San Clemente Mártir, santa reliquia que aún se venera allí y que está colocada en el altar del Crucificado. De sus alforjas provienen ricos ornamentos, un reloj muy fino para la sacristía y un famoso órgano cuyas flautas eran de plomo y pesaban por sí solas más de seis arrobas (Unidad de peso usada en España y varios países de América del Sur).
El terremoto de 1812 acabó con el instrumento y en el traslado que se hizo de los objetos salvados del cataclismo, sus tubos fueron a parar a la casa de Jaime Fornés en la ciudad de Ejido, quien aparte de español era consumado realista. Mientras su esposa, Doña Isabel Briceño, era fervorosa partidaria de los patriotas, tanto por vínculos de sangre como por propia inclinación.
En 1813, ante el eminente combate de Cúcuta, por la aproximación de Bolívar procedente de la Nueva Granada, el jefe español Correa solicitó auxilio de toda clase a las tropas del rey. Se dirigió al Vicario Capitular Dr. Francisco Javier de Iraztorza quien, incluso acudiendo a su propio peculio, logró recopilar mil pesos. Y, a falta de armas y pertrechos que facilitar, dispuso le fueran remitidos los tubos del órgano para que los convirtiese en balas.
Unos comisionados realistas presentaron la orden en casa de Jaime Fornés y prepararon los bultos que se trasladarían a Cúcuta al amanecer del día siguiente, con el dinero y las seis arrobas de plomo que pesaban las flautas del órgano de la Catedral de Mérida.
Pero la visita, antes de anochecer, del canónigo Dr. Francisco Antonio Uzcátegui en casa de Fornés produjo un cambio significativo.
Este querido religioso propició multitud de beneficios al pueblo. En Mérida y Ejido fue el fundador de la instrucción popular gratuita. Sus bienes particulares estaban al servicio de toda obra de interés general. Solía atender con prontitud y eficacia las necesidades públicas y siendo Vicario de Mérida para 1781, fue el mediador escogido por las autoridades de Caracas y Maracaibo para contener la insurrección proclamada por los pueblos de la provincia. Incluso llegó a ejercer el cargo de Presidente desde 1810 hasta poco después del desastre natural de 1812, cuando llegaron tropas de Maracaibo y Coro, a someter la ciudad. Para entonces, el Dr. Uzcátegui tuvo que emigrar para la Nueva Granada y a su paso por Ejido recomendó la ocultación de los tubos del órgano, para que no llegasen al poder realista.
Esta visita resultó decisiva y oportuna ya que el Dr. Fornés se encontraba ausente y la orden enviada de parte del Vicario a cargo, que era el propio Uzcátegui, habría confundido a la Señora Fornés.
Doña Isabel Briceño, que era admiradora del canónigo, le prometió hacer todo lo posible para impedir la entrega del plomo a Correa. Entonces concibió una idea atrevida, cuya ejecución exigía prontitud y destreza. En el silencio de la medianoche, la dama, de puntillas se dirigió a un esclavo para imponerle el plan secreto de salvar los tubos. El esclavo colaboró al máximo. Entre los dos desenvolvieron las flautas y las sustituyeron por cañas de igual peso.
La consternación de Correa habría desencadenado castigos terribles de no ser porque tenía preocupaciones más prioritarias. Las armas de Bolívar habían apagado los bríos del ejército realista en Cúcuta. Por lo tanto, todos sus cuidados estaban en salvarse de la persecución de los victoriosos patriotas
Libertada de nuevo la provincia de Mérida, en mayo de 1813, pudo el canónigo regresar del destierro y cuidar del uso de los tubos. En 1814 se dispuso traer de Ejido los restos del órgano pero las exigencias de la guerra lo impidieron. La ciudad cayó en manos de Calzada y los principales patriotas emigraron bajo el amparo del ejército de Urdaneta.
A su paso por Ejido, regresó a casa de su copartidaria Doña Isabel Briceño para decirle:
-Ahora si se van los tubos del órgano para Cúcuta.
Lo cual era claro. Llevaría los tubos convertidos en balas a Cúcuta pero esta vez a favor de la patria. Esas flautas, que dulcemente habían resonado en los templos sagrados, resonarían de otra forma, en los campos de batalla, bajo las banderas de la naciente República.

Fuente: "Mitos y Tradiciones", Tulio Febres Cordero, Biblioteca Popular Venezolana


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